Reflexiones sobre el amor y su duración
La mesa blanca y larga se encuentra ocupada por un grupo de amigas que intentan brindar apoyo a una de las suyas. Ella, sentada en un borde, muestra una postura encorvada, reflejo de su estado emocional. Desea expresar su sentir, pero aún no se atreve a hacerlo. Sus amigas, conscientes de su situación, la rodean con una taza de café y un pequeño ramo de flores que alguna de ellas había comprado en el camino. Este detalle no solo embellece el ambiente, sino que contrarresta la angustia que pesa sobre la conversación.
La mujer inicia un llanto silencioso, una manifestación de las emociones acumuladas: las palabras no pueden salir, el recuerdo de un adiós resuena en su mente, y con cada lágrima, se despide de un futuro que ahora parece desvanecerse. Con voz fría y cortante, pronuncia la frase que la atormenta: «son seis años de mi vida que perdí, que tiré a la basura«. Queda atrapada en este pensamiento, reflexionando sobre el valor del amor.
La desigualdad en la percepción del amor
Silencio en la mesa. El momento no es propicio para que otros comenten sobre su relación terminada. Ella se interroga sobre las motivaciones de su entrega: ¿para qué el esfuerzo? Cuestiona su paciencia, su dedicación y las noches compartidas. Las memorias de su amor se desvanecen, y en ese instante, no recuerda el fuego de los primeros tiempos, los besos robados en las calles ni las largas charlas telefonicas. Su mente queda atrapada en una idea de pérdida.
Sin embargo, una de sus amigas podría haberle espetado que su afirmación es incorrecta. Este amor, aunque fracasado, no se lanza a la basura. El amor, afirman, nunca es un desperdicio. ¿Quién mide el amor? ¿Quién lo calibra según su duración? No es un objeto que pueda evaluarse como un reloj o unas botas; el amor es inasible, como el viento que acaricia el rostro.
Se cuestiona cómo es posible que el amor, en sus múltiples formas, siga siendo valioso: vale a cualquier edad, durante una década o solo por unos pocos meses. Nadie pierde o gana en el amor. Se enamora sin un propósito definido; es una fuerza tan poderosa como inesperada, un puño que impacta sin previo aviso.
El amor y su complejidad
El amor no se escoge en función de su utilidad, ni es algo que se elija a conveniencia, como un seguro. Es simplemente aquello que sucede. No hay medida para la intensidad del amor, pues esta es única e intransferible. Cuando se ama, se ama en plenitud; no se puede calcular quién quiere más o en qué medida, ya que el sentimiento no conoce límites.
El «te amo» es total. Sin embargo, el amor también es efímero; comienza, se apaga y puede renacer con un nuevo matiz después de haber pasado por distintos momentos de realidad. Puede romperse en días y luego regresar, transformado, cinco años más tarde. Así de compleja es la experiencia del amor; se vive intensamente, se disfruta, se sobrelleva y se pierde.
A medida que cae la noche, la mujer todavía se aferra al borde de la mesa. El café se ha enfriado, y sus amigas mantienen la charla. Ella participa esporádicamente, intentando integrarse en la conversación, pero también eligiendo momentos de silencio y reflexión.