Un sueño de años cumplido
Julieta O’Connor, una mujer argentina de 53 años, ha realizado una hazaña monumental: cruzó nadando el Río de la Plata, un objetivo que había pospuesto durante mucho tiempo. Desde su infancia, Julieta ha enfrentado múltiples adversidades que la llevaron a explorar diferentes disciplinas deportivas.
Inicios difíciles en el deporte
A los 9 años, sus padres la inscribieron en clases de danza clásica tras un grave accidente que la dejó con una conmoción cerebral. Sin embargo, tras una presentación, su madre le comunicó que no tenía talento para el baile y que ese sería su último año. Posteriormente, probó suerte en el tenis, pero su profesor, desalentado tras tres clases, recomendó no volver a traerla.
Con 12 años, desarrolló una mononucleosis severa, que la llevó a una operación para extirpar un quiste aneurismático en el ilíaco izquierdo. Este evento marcó el inicio de una larga ausencia del ámbito deportivo. Julieta recuerda cómo, mientras su familia practicaba deportes acuáticos, ella pasaba horas en el río amarrada a un salvavidas, disfrutando de la sensación del agua.
El inicio de una nueva aventura
A los 39 años, después de años de limitaciones, comenzó a correr lentamente. Alcanzó la distancia de 42 km en la Maratón de Buenos Aires en 2016, pero tuvo que enfrentar otra lesión en su ilíaco. Tras esta experiencia, decidió darle una oportunidad a la natación a la edad de 41 años. Realizó un curso de aguas abiertas y comenzó a soñar con cruzar a nado el Río de la Plata.
El cruce al Río de la Plata
El 8 de diciembre de 2023, Julieta se lanzó a las aguas del Río de la Plata junto a otros cinco nadadores. A pesar de la noche ventosa, ella se sentía emocionada y concentrada. Tenía claro que cada brazada la acercaba a su meta. En su travesía, fue acompañada por un equipo de apoyo en un bote que incluía un guía, un guardavidas y un timonel.
Durante la travesía, Julieta experimentó una sensación de agotamiento y de ensueño que la permitió alternar entre nadar y quedarse dormida mientras seguía al bote. A medida que se aproximaba a la parte más desafiante del cruce, donde muchos nadadores abandonan, Julieta se sintió determinada a continuar.
La victoria en equipo
Después de 14.46 horas de nadar, logró tocar la tierra argentina, completando su travesía. «No nadé sola. Nunca lo hice», reflexionó Julieta sobre su éxito. Reconoció que llegó a su destino gracias al apoyo de todos aquellos que la acompañaron en su viaje, en especial sus guías, quienes respetaron su deseo de cruzar.
